viernes, 20 de agosto de 2010

La Primera Vez

Okay, Admitámoslo. Nadie conoce un barrio tan en profundidad como para decir “yo conozco ese barrio”. Ni siquiera si se vive en él. Pero no estaría mal llegar a conocer uno de verdad, ¿verdad?

Lo más seguro es que casi todos, alguna vez, hemos pasado por esa gran intersección de avenidas y calles llamada Plaza Ñuñoa. Más de alguna vez se habrán tomado una cerveza al atardecer en una de sus innumerables Fuentes Soda, o al menos habrán ido a pasear al can con su polola, con apatía y aburrimiento, pero lo habrán hecho al fin y al cabo. Seguramente, también, si eres mujer y te gusta la ropa exclusiva, habrás asistido a una de las muchas ferias de diseño independiente que se han llevado a cabo en las veredas de la Plaza misma, te habrás comprado una polera o en su defecto un cintillo floreado y habrás dicho triunfante “amo este barrio”. Y si te agrada la música, pero no el reggetón y has buscado por todo Santiago un lugar donde ir con tus amigos y amigas a ver música rock en vivo sin que ningún pelotudo te moleste por tener el pelo largo y vestirte de negro, lo más probable es que has terminado en La Batuta de Plaza Ñuñoa.

La verdad es que la humilde intención de esta entrada, no es prepararles una guía turística de este barrio, que por lo demás es súper diverso e interesante, ya que para eso existen los señores carabineros y la gente de la municipalidad, a los que les encanta que los gringos y los provincianos (los gringos más que los provincianos) les pregunten dónde cresta están parados y para dónde tienen que ir. La intención más bien es escudriñar en los rincones más remotos del barrio, en lo más desconocido (o en lo conocido también) para encontrar lo sabroso de la vida santiaguina y ñuñoina, lo bueno, lo malo y lo feo, a lo Clint Eastwood, de la Plaza más nutritiva para el cerebro, de Nuñoa.

Lo primero es lo primero. La primera vez que fui a la Plaza fue, efectivamente, para tomarme una cerveza en uno de sus locales más emblemáticos, “Le Petit Bar”, que queda en la esquina de Irarrázabal con Humberto Truco, dos de las calles más importantes del barrio, donde se encuentra el centro de la vida nocturna, o el “Ñuñork”, como le dicen los que van regularmente allí, a desestresarse de los problemas capitalinos modernos. Es curioso que se le compare con la “Gran Manzana” podrida yanqui, porque de parecidos no tienen nada, pero obviamente la cosa también es en parte chiste y en parte cierto. Es verdad que la concentración de bares y pubs nocturnos que hay en la Plaza es una de las características más destacadas y entretenidas del barrio. Pero en los bares estilo “Le Petit Bar” o “Las Lanzas”, no te encuentras con el gringo que viene de excursión a la capital, sino más bien te topas en la mesa de al lado con tu vecino de edificio bueno pal’ copete o con ese compañero de Universidad que siempre anda pensando en tomar chela, pero con el que nunca has hablado en serio. Y es que de este tipo de bares está lleno en la Plaza, como también hay de otro tipo, para otro tipo de gustos. Por ejemplo, si no te gusta tanto la cerveza y prefieres tomarte un trago preparado, de esos que vienen con frutas exóticas difíciles de pronunciar, puedes entrar en el “Uva” o en el “Pub de la Plaza”, ambos a cortos metros de distancia del epicentro de flores y pasto que conforma la Plaza física del barrio.

Pero lo que hace verdaderamente interesante este barrio ñuñoino, es que, justamente, no solo hay de todo tipo de bares, sino también hay de todo tipo de actividades para hacer, a cualquier hora del día, cualquier día de la semana y para gente de todas las edades. Y cuando digo todas, es todas. Desde los más chiquiturris de la familia, hasta los más viejitos, pasando por los adolescentes y los adultos-jóvenes, si es que esa clasificación tiene algún sentido.
Justamente, en mi proceso de recorrer, conocer y reconocer el barrio, me topé con una pareja de Adulto-jóvenes común y corrientes, pero más particulares que el seudónimo impuesto por la sociedad a este grupo de personas que no se sabe si son jóvenes o adultos. Ella es la Cata y él es el Eduardo. A eso de las 7 de la tarde andaban por las callecitas de la Plaza, paseándose a ellos y a su hijo de un año y tres meses, Melián. Ella, neohippie, sicóloga, de ojos azules, pelo oscuro y sonrisa radiante. Él, abogado, más canchero, moreno y con barbita de chivo, ambos más simpáticos y sociables que la cresta. No vivían en el barrio, pero si muy cerca y justo ese día habían ido a la Plaza a participar en una manifestación Mapuche, en contra de la ley antiterrorista que el gobierno quiere promulgar. O sea, el barrio, además de ser un punto de encuentro para la cultura y la entretención para todo tipo de personas, admite protestas de conciencia política y social. ¿Podría ser más completo?

Al conversar con la Cata y el Edu, quedó más que claro por qué Plaza Ñuñoa es un espacio tan popular, agradable y choro
- El concepto de barrio que yo tengo es cuando un lugar es pequeño, acogedor e íntimo, y la Plaza tiene esos tres elementos- Dice el Edu.
La Cata también tiene su visión de por qué, por ejemplo, el barrio es ideal para que vivan estudiantes, profesionales solteros y también viejitos:
- Es un barrio fácil de conocer y que tiene mucha vida social, así que es perfecto si vives solo. Si quieres conocer gente no tienes más que venir, sentarte en la plaza y conversar con alguien que esté igual de solo, ¡y está lleno! O puedes sentarte a tomar un café y seguro que conoces a alguien.
Mientras tanto Melián se pone a gatear y explorar por el pasto las tapitas de botella sin que nadie se lo impida.
Más tarde, a la manifestación Mapuche, viene hasta Jorge Arrate, ¿qué tal?
Igual dan ganas de vivir en la Plaza, ¿o no?



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